Cumplo 50 años!
Quiero compartir una noche especial con familia, amigos, risas y buena música.
Te espero para brindar, bailar y pasarla genial juntos. ¡No faltes!
Lo que tenés que saber
Dónde
Saló Reserva Pereyra Iraola
Dirección
Calle 54 2260 . Pilar . Buenos Aires
Cuándo
20 de junio de 2025
A qué hora
21:00 Hs
Lo que tenés que saber
Dónde
Saló Reserva Pereyra Iraola
Dirección
Calle 54 2260 . Pilar . Buenos Aires
Cuándo
20 de junio de 2025
A qué hora
21:00 Hs
Te dejo el link para que puedas llegar
¡Un festejo para todos los que hicieron este viaje especial!
A vos, que en algún tramo del camino compartiste un momento conmigo: familiares, amigos, compañeros de trabajo o de aventuras. Cada uno, de alguna manera, dejó su huella en estos años que venimos recorriendo juntos. Por eso, esta noche no es solo para celebrar un cumpleaños, sino para agradecerles por ser parte de este viaje.
Hubo días fáciles y otros complicados, pero siempre estuvo esa charla, esa mano, esa risa o ese momento compartido que hicieron la diferencia. Este festejo es para reconocer a quienes estuvieron ahí, en las grandes ocasiones y también en los pequeños gestos, porque todo suma en este camino que seguimos andando.
Quiero levantar la copa con todos ustedes, los que formaron parte de las historias vividas y de las que aún nos quedan por escribir. Porque lo mejor de este recorrido es hacerlo acompañado por gente como ustedes, que le pone sentido y color a todo.
Así que los espero para disfrutar, brindar y pasarla genial, como solo se puede hacer con buena compañía. ¡No falten, que esta noche la hacemos entre todos!
Cuenta regresiva
Día(s)
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Hora(s)
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Minuto(s)
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Segundo(s)
Momentos y Recuerdos
Pinamar 2023
Te juro, nunca me voy a olvidar de esas vacaciones en Pinamar. Era pleno enero, el sol a pleno, y nosotros con toda la energía encima. Ese día, se me ocurrió la brillante idea de alquilar una bicicleta de esas con asiento doble adelante y atrás, para ir todos juntos. Te imaginarás que no era exactamente un Fórmula 1, pero el entusiasmo nos podía. Así que ahí estábamos: yo pedaleando como loco, con Mateo adelante gritando como si estuviera en una montaña rusa, y las chicas atrás, Gabi y Sofi, agarrándose del asiento y matándose de risa.
El viento nos daba de lleno en la cara, y por un segundo me sentí pibe otra vez, como si no tuviera 50 años ni una gota de dolor de espalda. Mateo no paraba de decir: «¡Más rápido, pá, más rápido!». Y yo, por supuesto, le daba con todo, hasta que me di cuenta de que íbamos cuesta abajo y empezamos a volar más de lo que esperaba. De fondo se escuchaba la risa de las chicas mezclada con los gritos: «¡Frená, frená!». Pero frenamos cuando llegamos al final de la bajada y casi terminamos en la arena.
Todavía me acuerdo de las carcajadas de todos, y la gente que pasaba mirándonos como si fuéramos locos. Pero, ¿sabés qué? Fue el mejor momento de esas vacaciones. Esa mezcla de adrenalina, risas y viento en la cara… no se paga con nada. La vida está hecha de esas cosas, ¿viste? Momentos simples, pero que te quedan para siempre.
Mudanza 2014
¿Te conté alguna vez cómo fue el día que nos mudamos a nuestra primera casa? Fue un antes y un después en nuestras vidas. Me acuerdo como si fuera ayer: ese olorcito a madera nueva, el ruido de las cajas apilándose, y la mezcla de nervios y felicidad que teníamos todos.
Cuando llegamos, Mateo salió disparado del auto como si hubiera descubierto un tesoro. «¡Es nuestra casa, pá, es nuestra casa!», gritaba mientras corría por el jardín. Gabi y yo nos miramos y nos largamos a reír. ¡Teníamos cara de no poder creerlo! Después de años alquilando, haciendo cuentas, ajustando todo para que saliera bien… ahí estábamos, con nuestra casa propia. Ese momento no tiene precio.
Ese día fue un desfile de emociones. Mientras descargábamos las cajas, los vecinos empezaron a aparecer para saludarnos. Una señora mayor nos trajo una bandejita de brownies como bienvenida, y al rato ya teníamos a media cuadra reunida en la entrada. «¡Unos mates para festejar!» dijo Gabi, y armamos una ronda improvisada ahí mismo, entre cajas, risas y anécdotas.
La foto la sacó Sofi, que justo pasaba con el celular en mano. «¡Paren, paren, quiero una foto de los tres!», nos dijo. Y ahí estamos: con la casa de fondo, sonrientes, llenos de orgullo y felicidad. Mateo abrazándonos con esa carita de pícaro que pone siempre. Mirando esta foto, me doy cuenta de que ese día empezó una etapa nueva, una etapa hermosa. Al final, la casa es más que paredes y techos. Es el lugar donde arrancan nuestros recuerdos.
Viaje a NY con Fede y Nico
Che, el viaje a Nueva York con los pibes… ¡qué locura, por favor! Me fui con el Fede y el Nico, mis dos mejores amigos de toda la vida. Era algo que veníamos planeando desde hacía años, pero viste cómo es, siempre se mete algo en el medio. Pero esta vez dijimos: «Listo, basta de excusas, sacamos los pasajes y vamos».
Llegamos al aeropuerto de JFK y ya arrancamos con la nuestra. El Fede, que no habla una gota de inglés, se manda a pedir un café y termina comprando un muffin de arándanos que ni quería. El Nico y yo no podíamos parar de reírnos. «Pará, flaco, que recién llegamos», le decíamos, pero él ya estaba renegando. Igual, fue como el sello del viaje: desastres graciosos por todos lados.
Uno de los días, decidimos alquilar unas bicis para recorrer Central Park. Parecía una idea tranquila, pero claro, no éramos nosotros si no metíamos alguna macana. Al Nico se le ocurre hacer una carrera, y en una de esas, el Fede se distrajo mirando una ardilla y se pegó un susto bárbaro porque casi se lleva puesto a un turista japonés. Todavía me acuerdo de la cara de pánico del tipo, que se quedó mirándolo como si hubiera visto un loco suelto.
A la noche, subimos al Empire State. Cuando llegamos arriba, nos quedamos los tres en silencio mirando las luces de la ciudad. Esos momentos en los que pensás: «Esto lo voy a recordar toda mi vida». Y ahí, como no podía ser de otra manera, el Fede larga: «Bueno, ahora falta el bife con papas, ¿no?». Nos matamos de risa. Siempre con el comentario justo, el tipo.
Ese viaje fue espectacular, no tanto por Nueva York, que es impresionante, sino por estar con ellos. Con el Fede y el Nico me siento pibe otra vez, como cuando teníamos 15 años. Y esas cosas, no importa dónde estés, son las que más te quedan grabadas.
Mateo y Sofi
Mateo, Sofi… no sé si alguna vez me senté a decirles todo esto, pero hoy siento que quiero hacerlo. Ustedes dos son, sin dudas, lo mejor que me pasó en la vida. Desde el momento en que supe que iban a llegar, mi mundo cambió para siempre. No tenía idea de cómo iba a ser esto de ser papá. Me daba un poco de miedo, no les voy a mentir. Pero cuando los vi por primera vez, cuando los tuve en brazos, me di cuenta de que el amor más grande del mundo estaba ahí, en ustedes.
Criarlos fue, y sigue siendo, la aventura más linda que me tocó vivir. Aprendí tanto como ustedes, o más. Cada día es una enseñanza, una risa, una sorpresa. Me acuerdo de las noches en vela cuando eran chiquitos, tratando de calmarlos, cantando canciones que ni yo sabía que me sabía. O los primeros pasos, las primeras palabras. ¿Se acuerdan de los cuentos antes de dormir? Siempre querían “uno más”, y yo, aunque estuviera muerto de cansancio, no podía decirles que no.
Y miren ahora. Sofi, con esa sonrisa que ilumina todo, con tus ganas de comerte el mundo, siempre tan segura y tan llena de vida. Mateo, con esa curiosidad infinita, esa forma de hacer reír a todos y tu manera tan especial de mirar las cosas. Los veo crecer, y aunque a veces me da nostalgia porque siento que el tiempo pasa demasiado rápido, también me llena de orgullo. Porque sé que están creciendo para ser personas increíbles.
Quiero que siempre recuerden algo: no importa lo que pase en la vida, yo voy a estar acá. Siempre. En los momentos buenos, para aplaudirlos y celebrar con ustedes, y en los difíciles, para abrazarlos y ayudarlos a levantarse. Los amo más de lo que las palabras pueden explicar, y ese amor no cambia, no se gasta, no se rompe. Es eterno, como ustedes en mi corazón.
Gracias, chicos, por darme el honor de ser su papá. Es el título más importante que tengo.
Un gran equipo
Bueno, muchachos, muchachas… qué decir después de más de 20 años compartiendo no solo un lugar de trabajo, sino una parte enorme de nuestras vidas. Siempre digo que uno pasa más tiempo acá que en su propia casa, y eso hace que esto sea mucho más que un laburo. Esto es una familia, y ustedes son una parte fundamental de la mía.
No fue fácil llegar hasta acá, pero lo hicimos juntos. Nos vimos en las buenas, festejando logros, ascensos, objetivos cumplidos, y también en las malas, bancándonos los unos a los otros cuando las cosas se complicaban. Pero siempre, siempre, tirando para el mismo lado. Y eso es lo que hace que uno se sienta orgulloso, no solo del trabajo que hacemos, sino de las personas con las que lo compartimos.
A vos, Pablo, que sos el motorcito del equipo, siempre con esas ideas que parecen locas pero que al final terminan saliendo geniales. Gracias por enseñarnos a mirar todo con un poco más de optimismo y ganas. A Mariano, que es el que siempre tiene la palabra justa, el tipo que sabés que nunca te va a dejar en banda, gracias por ser ese cable a tierra que todos necesitamos. A Juan, que no sé cómo hace para estar en todos lados al mismo tiempo, resolviendo problemas como si tuviera superpoderes. Tu dedicación es un ejemplo para todos.
Y a vos, Carla, mi compañera de batallas desde el primer día, la que siempre se pone al hombro las cosas difíciles y saca adelante al equipo con una fuerza increíble. Sos el corazón de este grupo, y no tengo palabras para agradecer todo lo que aprendí de vos en estos años.
Ustedes tres, junto con todos los demás, son más que compañeros. Son amigos, son familia. Este camino lo recorrimos juntos, y no puedo imaginarme cómo habría sido sin ustedes al lado. Gracias por cada café compartido, cada charla de pasillo, cada esfuerzo extra. Son los recuerdos que me voy a llevar siempre conmigo.
De verdad, espero que sigamos compartiendo no solo este lugar, sino todo lo que la vida nos traiga. Y si algún día no estamos acá, que nos sigamos encontrando para reírnos de las anécdotas y brindar por todo lo que construimos juntos.
Gracias por estos 20 años, de corazón.
Mi compañera de vida
Mirá, si hay un día que me marcó para siempre fue el día que me casé con Gabi, el amor de mi vida. Hoy, festejando mis 50, no puedo evitar recordar ese momento, pero también cómo empezó todo. Porque, ¿sabés dónde la conocí? En Villa Gesell, durante unas vacaciones que fueron puro destino.
Tenía 25 años y había ido con los pibes, los de toda la vida, a pasar unos días de playa. Una noche fuimos a un boliche, esos clásicos de Gesell, y ahí estaba ella. Me acuerdo perfecto: llevaba un vestido blanco, el pelo suelto y una sonrisa que, te juro, iluminaba todo el lugar. Yo, que no soy de mandarme así nomás, me armé de coraje y fui a hablarle. “Hola, soy Martín. ¿Te puedo invitar algo?”. Ella me miró, sonrió y me dijo: “¿Martín? Mi hermano también se llama así… pero sí, dale”. Ahí empezó todo.
Esas vacaciones fueron mágicas. Charlábamos en la playa hasta que salía el sol, nos reíamos de todo, y yo ya sabía que había algo distinto con ella. Después de ese verano, no hubo vuelta atrás. Seguimos viéndonos, y dos años después, a los 27, nos casamos. El día de la boda fue una mezcla de nervios y felicidad. Me acuerdo de estar parado en el altar, viéndola caminar hacia mí, y pensar: “Esta mujer es todo lo que soñé y más”.
Fue una fiesta llena de amigos, familia, y un amor que se sentía en el aire. Ahora, con el tiempo que pasó, puedo decirte que ese amor no hizo más que crecer. Gabi es mi compañera, mi apoyo, la madre increíble de nuestros hijos y la razón por la que la vida siempre vale la pena, incluso en los días más complicados.
Así que hoy, en este cumpleaños, no puedo dejar de agradecerle. Porque si llegué a mis 50 lleno de momentos felices, de recuerdos lindos, de una vida plena, es porque ella estuvo ahí en cada paso. Gabi, te amo más que nunca, y cada día que pasa me siento el hombre más afortunado por haberme cruzado con vos aquella noche en Gesell.
¡Vos también sos parte de la fiesta!
Este festejo no sería lo mismo sin tu toque especial, así que quiero que te sumes a armarlo conmigo. Preparé un link donde podés agregar esos temazos que no pueden faltar en la lista de música. Sí, esos que te hacen bailar aunque te duelan las rodillas.
Y ya que estamos, mandame esas fotos divertidas de cuando éramos tan jóvenes… o por lo menos creíamos que lo éramos. ¡Es el momento de revivir esos momentos épicos que siempre nos sacan una sonrisa!
Hagamos de esta noche un recuerdo inolvidable, con buena música, risas y un poco de nostalgia bien llevada. ¡Contá conmigo para la fiesta, que yo cuento con vos para sumarle onda!
¿Tenés alguna restricción alimentaria?
Avísame así lo tenemos en cuenta y todos disfrutan al máximo.

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